A Candy colored clown

In Dreams - Roy OrbisonAcuff Rose and Opryland Music (BMI)Copyright 1963 Monument Record Corp. A candy colored clown they call the sandman/Tiptoes to my room everynight/Just to sprinkle stardust and to whisper/Go to sleep, everything is alright/I close my eyes then I drift away/Into the magic night I softly say/A silent prayer like dreamers do/Then I fall asleep to dream/My dreams of you/ In dreams I walk with you/In dreams I talk with you/In dreams you're mine/All of the time with you/Ever in dreams, in dreams/ But just before the dawn/I awake and find you're gone/I can't help it, I can't help it if I cry/I remember that you said goodbye/It's too bad that all these things/Can only happen in my dreams/Only in dreams/In beautiful dreams.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

The horror! The horror!


En realidad iba con la intención de ver otra peli, pero el horario no coincidía con mi ansiedad; así que acabé viendo El títere (Dead Silence, 2007), la cual ya había pensado comprar en pirata (perdón, quise decir 'clon'). Aunque después de todo, como dicen por ahí, "el cine -afortunadamente- se debe ver en el cine". La cosa es que, al fin y al cabo, valió la pena. Y sí, tienen razón los que dicen que la trama, por momentos, se vuelve predecible; pero creo que es lo que, de entrada, quisiera puntualizar.


Díficilmente surgen las buenas historias en un género como el cine de horror. El exorcista, de Friedkin; El resplandor, de Kubrick; y Carrie (1976), de De Palma -por mencionar sólo unos clásicos-, son excepciones a la regla, porque, aunque las tres son setenteras, su exitoso resultado, además de la mano de sus magníficos directores, se debe en gran medida a su procedencia de buenas fuentes literarias -no muy respetadas al trasladarse al celuloide, pero sí basatante sólidas en sí mismas-. Sin embargo, ése no es el caso de El títere (título por demás forzado). Puesto que, al parecer, hoy en día, "todo" está en el cómo nos cuenten la historia, de qué manera; pues, las tramas, referencias, convenciones, fuentes, etc., se están desgastando. De hecho llevan mucho tiempo así: refriteándose.
A raíz del misterioso -y brutal- asesinato de su esposa, perpetrato la noche en la que recibe un misterioso paquete con un muñeco de ventríloco o dummy, y alentado por una -horrorosa- leyenda infantil, un joven viaja -con un policia a cuestas, quien lo tiene por el principal sospechoso del homicidio- a su fantasmagórico pueblo natal, Ravens Fair, donde la verdad y la tragedia -acaecidas en un pasado remoto- serán develadas, sin concesiones. He ahí el cliché tan (des)gastado. No obstante, como aconseja el respetable Jean-Claude Carrieré, cuando se escribe una historia para la pantalla grande, no hay que dejarlos (clichés) de lado, al menos a la primera.

La neta, la cinta sí me sacó dos tres p... (jejeje). Empezando por el muñeco Billy, que sí se ve muy cabrón. Mientras que los efectos especiales, sin caer en excesos, hacen lo suyo. Por eso y muchas cosas más, la mancuerna de James Wan y Leigh Wannel, artífices de la franquicia de Saw -en mi opinión una de las más rescatables, nada que ver con las ochenteras de Halloween, Viernes 13 o Pesadilla en la calle del Infierno (me refiero a sus secuelas)-, sale bien librada.

Tal vez Dead Silence no se convierta en un film que renueve el género -de hecho se parece un chingo a En la obscuridad de la noche (Darkness Falls, 2003), de Jonathan Liebesman-, pero sí podría llegar a alcanzar el status de cinta de culto (sea lo que eso signifique, pues el término está más que manoseado). Esta última logra sorprender, lo que quiere decir asustar, pese a lo elemental de sus situaciones y lugares comunes, salvo que, fuera de verla la primera vez en cine, se me ha hecho dominguera. Asimismo, Darkness... plantea una situación en la que, luego de su linchamiento, el espectro de la llamada Tooth Fairy regresa del más allá para cobrar venganza (cliché altamente efectivo por su pathétique -de pathos-). Mientras que, pese a su similitud, en Dead... dicho recurso narrativo -y dramático- es llevado a un nivel más primitivo o primigenio, por así decirlo.

Como bien lo señaló Stephen King en Danza Macabra. Y los que hemos leído Drácula estamos de acuerdo con que la idea esbozada por Stoker fue, a grandes y predominantes rasgos, que el famoso conde, que más bien era príncipe: era también el principe de las tinieblas. En sí, lo que desglosa King es el hecho de que Drácula no necesita ejecutar una venganza para elegir una metrópoli, como Londres, para erigir su nueva residencia y, con ésta, su reign of terror.
Luego entonces, a modo de parábola, alegoría, analogía u lo que sea, podríamos preguntarnos si el ser humano es perverso por naturaleza, es decir, ¿necesita motivos para hacer sus chingaderas? O bien, ¿para eso existe la figura del Diablo? -ver Dominion: Prequel to the Exorcist (Schrader, 2005)-. Será que lo que hacemos en esta vida nos sobrepasa y, si fuimos malos, querríamos continuar, aun después de muertos, nuestra labor in any shape or disguise available?