A Candy colored clown

In Dreams - Roy OrbisonAcuff Rose and Opryland Music (BMI)Copyright 1963 Monument Record Corp. A candy colored clown they call the sandman/Tiptoes to my room everynight/Just to sprinkle stardust and to whisper/Go to sleep, everything is alright/I close my eyes then I drift away/Into the magic night I softly say/A silent prayer like dreamers do/Then I fall asleep to dream/My dreams of you/ In dreams I walk with you/In dreams I talk with you/In dreams you're mine/All of the time with you/Ever in dreams, in dreams/ But just before the dawn/I awake and find you're gone/I can't help it, I can't help it if I cry/I remember that you said goodbye/It's too bad that all these things/Can only happen in my dreams/Only in dreams/In beautiful dreams.

domingo, 10 de febrero de 2008

'Just for freaks'


Existimos espectadores a quienes no nos late eso de los musicales. Tal vez se deba a que todavía guardamos en nuestro inconsciente aquellas películas de dicho género, cuyas historias eran bastante noñas, como Mary Poppins (vista en programa doble en el Cine Continental). O simplemente tanta felicidad nos empalagaba (gracias, Walt Disney Pictures). Asimismo, hemos visto transmitidos por la televisión a los filmes clásicos en blanco y negro e inmediatamente pensabamos que como no tenían colores, pues daban hueva.


Sin duda, el gusto se rompe en géneros y las cosas o nos gustan o no nos gustan (a fuerzas ni los zapatos entran). Por ejemplo, ¿por qué tendríamos que apoyar al cine mexicano, sólo por tratarse de lo que el país produce? Cuando lo mejor sería sí apoyar al cine hecho en México, pero al de calidad. Mejor dicho a los talentos de la industria -no los hechos por los grandes corporativos-. Además, las preferencias y los criterios que marcan nuestras preferencias, se van puliendo con el pasó del tiempo, aunado a lo que Bourdieu llamó "Capital Cultural". Por lo tanto, puede ocurrir que algo que no entendieramos o juzgamos a la ligera en el pasado o el presente, tenga una revaloración simbólica en algún otro punto de nuestras vidas.


Hasta la fecha no soy fan de las películas musicales. Incluso un ejemplo canónico como Amor sin Barreras (West Side Story, 1961), de Robinns y Wise, me parece una cinta bien hecha pero prescindible en mi colección. Mientras que Bailando en la oscuridad (Dancer in the Dark, 2000), de Von Trier, y su propuesta salpicada del movimiento Dogma 95, pese a ser una sátira, parodia u lo que sea en mal pedo del American Dream -excelentemente llevada al extremo-, no deja de ser tan sólo un ejercicio acertado del cine de autor contempóráneo. Y qué decir de Moulin Rouge! , 2001), la cual cuenta con la grata de la bella Nicole Kidman, con su forma netamente "neobarroca", diría Calabresse.


No obstante, cuando uno se entera de que los involucrados son Tim Burton, Johnny Deep -su llamado alter ego o actor fetiche si se prefiere-, y a ellos le sumamos la ecuación: Sweeney Todd+sangre+obra musical adaptada al celuloide+bitterness+unhapinness+lo que se nos venga a la mente, el resultado no puede ser otra cosa que, de menos, algo digno de verse.


Así, Sweeney Todd: el barbero demoniaco de la calle Fleet (Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street, 2007) llega a la pantalla grande como un desfile de venganza, navajas, yugulares rebanadas, humor negro, tragedia y tartas de carne humana, cortesía de la viuda Lovett (Helena Bonham-Carter, increible). Luego de fiascos como El Planeta de los simios (Planet of the Apes, 2001), Burton se levantó bajita la mano. Primero nos regaló una gran historia con El gran pez (The Big Fish, 2003), después nos endulzó con Charlie y la fábrica de chocolates (Charlie and the Chocolate Factory, 2005) y, finalmente, volvió a la oscura pero vívida animación tipo El extraño mundo de Jack (Tim Burton's The Nightmare Before Christmass, 1993), de Henry Selick -creo que el único dvd que tengo, el cual encajaría en músical- , con El cadáver de la novia (Corpse Bride, 2005).


Y no es que el californiano deba ser reverenciado como un artista que ha alcanzado la cumbre de su carrera, no. No hace mucho, en una importante publicación de cine en México, se comentó que en sus cintas la forma se superponía al contenido argumental. Tal vez eso sea cierto, pero, después de todo, nadie es perfecto, ¿no creen? Sus personajes freaks cobran protagonismo simplemente al verlos, lo mismo sus escenarios salidos de una fábrica de sueños. Ambos factores nos han deleitado a más de uno y quizás por eso no somos capaces de, parafraseando a los profesores de la fac, tomar una greater critical distance (jajaja), y dejar hablar a nuestra propia voz. Afortunadamente no fui a verla con intenciones de hacer un análisis fílmico (¡qué hueva!). Si fuera una necesidad para mi formación profesional o lllegan a pagarme por hacerlo, otro gallo cantará.


Esta vez no hubo teenagers en la sala, mas que un trio (con credencial de elector supongo), una de ellas al terminar la función exclamó: "¡qué fea película!". "Ya nada más faltó que todos se pararan a bailar", dijo un fresa", y una de sus acompañantes, vía teléfono celular, manifestó "vi la de Johnny Deep. Está horrible. No la veas". Me queda la duda si sabían que era un músical, que había estado en Broadway; o si tenían la idea del cine de Burton, del orígen del personaje, de que la sangre salpicaría las escenas -mercilessly-; o, si sencillamente, deseaban ver algo más digerible (también se vale, ¿no? Tan caro que es el boleto, para salir decepcionado).


En fin, hay una versión de Sweeney Todd que no es musical, estelarizada por Ray Winston -magnífico histrión británico, digitalizado recientemente como el atlético Beowulf- y producida por la BBC. Yo la renté en Blockbuster y no me decepcionó. Asimismo, han habido otras producciones desde la época del cine silente, sobresaliendo una hecha por la televisión gabacha allá en 1982, la cual también se basa en la pieza musical de Stephen Sondheim.


P.D. Considero pertinente reconocer la labor del guionista John Logan, ya que algunos díficilmente entienden -y a otros se nos llega a olvidar- que las buenas películas cuentan, asimismo, con una buena columna vertebral, es decir, una buena narrativa.