Si bien no podría considerarse la mejor película de David Cronenberg, a quien había calificado de auteur -hace unos ocho meses en este espacio-, Promesas peligrosas (Eastern Promises, 2007) ocupará, indiscutiblemente, un lugar privilegiado dentro de la filmografía del realizador canadiense. De hecho me resultaría bastante díficil señalar cuál es su mejor cinta. ¿Bajo qué criterio podría hacerlo? Dado que en cada una de sus incursiones nos deja el sabor de haber visto algo "extraño", freaky. Esta ocasión, pese a lo engañosamente convencional del argumento, no es la excepción, pues el también director de La mosca (The Fly, 1986) ha coseguido sorprender con una historia de la condición humana, en la que los mostruos no se ven como mutantes, sino como personas de carne y hueso.
Además, pareciera como si el papel de los marginados seres telepáticos de Scanners (1980), ahora lo tomaran los inmigrantes de Europa del este, quienes habitan el otro Londres, oculto bajo la flema británica (en sentido literal y figurado). Esto, gracias a el guión original de Steven Knight, quien también escribió la polémica Dirty Pretty Things (Stephen Frears, 2002), donde el asunto era el tráfico de órganos extraidos a los trabajadores ilegales de la capital inglesa. Aquí, Knight se fue hasta la raíz, por así decirlo, la mafia rusa y la importación de esclavas sexuales -entre otras actividades ilícitas-.
Dentro de tal contexto, Anna (la guapísima Naomi Watts), una partera de ascendencia soviética, se topa con la gente equivocada, incluyendo al maniáco hijo de un alto jefe criminal, Kiril (Vincent Cassel, extraordinario), y a Nikolai (Vigo Mortensen, sumamente versátil), su chofer asimismo 'enterrador' en horas extras. ¿Qué se puede esperar de dicho cruce de caminos? Una historia violenta, sí; mas no como el filme homónimo (A History of Violence, 2005), con el que Cronenberg fue inflado por algunos críticos del séptimo arte. No, aunque reaparezca el mismo actor protagónico y el ambiente hóstil guarde claras reminiscencias.
Así, lejos del melodrama "de a tres pesos hollywodenses", el aclamado cineasta nos transporta, valiéndose de su peculiar estilo, crudo y directo, a un lugar que yace bajo la superficie cosmopolita y al que se nos dificulta llegar, sin importar cuánto excavemos. Por lo que, ante la imposiblidad de develar totalmente las motivaciones y acciones de los personajes cuya calidad intrínseca los hace más que interesantes, el espectador no tiene otra opción salvo la de maravillarse y convencerse de que nuestros valores como seres humanos pueden emerger aun en medio de la tempestad.